Antes de 1860 Estados Unidos mostraba una economía marcadamente dividida en tres zonas productivas: el nordeste industrial, el sur esclavista y algodonero y el medio oeste proveedor de recursos alimenticios. Sin embargo, el término de la Guerra Civil supuso una importante modificación de esa dinámica económica, no sólo por el parón sufrido por la economía de plantaciones sureñas, sino también por servir de gozne entre la industria dedicada a los bienes de consumo y la industria de bienes de equipo.
Así, las bases fundamentales de la industrialización estadounidense, que fueron ligeramente distintas de las europeas, se derivan de tres pilares fundamentales:
Por una parte, existía un poderosa agricultura favorecida por la abundancia de tierra y la conquista del oeste, así como una precoz mecanización que se había hecho necesaria por la carencia de mano de obra. Este es, sin duda, el factor explicativo de mayor importancia del proceso industrializador americano. La agricultura de los Estados Unidos había sido organizada por los pioneros, que lejos de ser campesinos al uso, eran agricultores o y campesinos que organizaron sus granjas como si se tratasen de empresas agrícolas, de producción masiva y con una alta mecanización.
El segundo factor que explica este proceso es la existencia de un inmenso mercado interior. Si la industrialización británica se había basado en la exportación de manufacturas, la norteamericana no hubo de recurrir al comercio exterior, cuyo peso fue muy escaso. Con la marcha hacia el oeste y la fiebre del oro californiana, el mercado nacional se amplió hasta abarcar todo el inmenso territorio de la Unión. Este proceso fue favorecido por el enorme tendido ferroviario, capaz de articular rápidamente este gigantesco territorio en un mercado uniforme, cohesionado y bien comunicado.
Como último factor, hemos de señalar la adopción de pautas de organización de la producción basadas en la sistemática aplicación de innovaciones tecnológicas, así como la combinación del trabajo mecánico y el humano, que tuvo como consecuencia la aplicación de un sistema de producción de piezas intercambiables, elementos constitutivos primero del taylorismo y más adelante del fordismo.
Asimismo, y dentro de este último factor explicativo, la concentración empresarial, más intensa a partir de 1870, derivó en la creación de grandes corporaciones en sectores estratégicos, como el hierro, el acero y el petróleo.
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